Moda y salud detrás de las lentes amarillas, rojas y de las terapias con luces

Publicado el

En los últimos años se ha multiplicado la oferta de gafas con lentes amarillas o rojas, así como la de dispositivos de luz roja o amarilla que prometen proteger los ojos, mejorar el sueño e incluso “resetear” el cerebro. Las redes están llenas de testimonios y las tiendas online de modelos con estética futurista. Pero ¿qué hay realmente detrás de esta tendencia? ¿Son útiles o puro marketing? ¿Y qué luces, pantallas o bombillas son de verdad peligrosas para nuestros ojos o para el equilibrio cerebral?

Nuestro entorno visual ha cambiado drásticamente. La exposición constante a luces LED blancas frías, pantallas de móviles, ordenadores y luminarias artificiales ricas en longitudes de onda azules (400–480 nm) ha despertado el interés científico por sus efectos sobre la retina y el sistema circadiano.

Durante el día, esa luz azul estimula la atención y el estado de alerta. Pero por la noche, esa misma radiación puede inhibir la secreción de melatonina y alterar los ritmos biológicos, dificultando el sueño y afectando al equilibrio emocional. La exposición a pantallas o luces frías en horario nocturno es, de hecho, uno de los factores más reconocidos en los trastornos de sueño modernos.

Amarillas de día, rojas de noche: cómo y cuándo usarlas

Aquí aparece la primera gran diferencia que el consumidor suele pasar por alto:

  • Lentes amarillas o ámbar: se recomiendan para el día o en interiores. Filtran parte de la luz azul dispersa (415–455 nm), suavizan el contraste excesivo de las luces LED y reducen el deslumbramiento en oficinas o gimnasios con iluminación blanca fría. Permiten una transmisión luminosa alta (VLT >70%) y no distorsionan drásticamente los colores.
  • Lentes rojas: se usan por la noche, especialmente cuando se busca evitar la estimulación circadiana. Estas lentes bloquean prácticamente toda la banda azul y verde, dejando pasar solo la luz roja (>600 nm). Favorecen la relajación y la producción de melatonina, por eso algunos expertos las recomiendan antes de dormir o para tareas nocturnas con baja luz.

Eso sí: no vale cualquier plástico coloreado. Lo que determina la eficacia de unas gafas no es el color visual, sino su curva de transmitancia espectral, es decir, qué porcentaje de luz deja pasar en cada longitud de onda.

Qué materiales deben tener (y por qué importa)

Las lentes de calidad están fabricadas con materiales ópticos certificados —no con plástico tintado sin control—. Los más comunes son:

  • Policarbonato: resistente al impacto, ligero y con protección UV integrada.
  • CR-39 (resina orgánica): excelente calidad óptica, pero necesita tratamiento UV adicional.
  • Trivex o materiales de alto índice: más ligeros y resistentes, ideales para gafas de uso prolongado.

Los tintes y recubrimientos determinan el rango de filtrado. Algunos fabricantes integran coatings reflectivos que devuelven parte de la luz azul sin oscurecer la visión. Otros incorporan tintes absorbentes que disipan selectivamente la energía azul-violeta.

Lo importante es que el producto venga acompañado de un informe de transmitancia espectral (380–780 nm). Si en el gráfico ves que la transmisión cae de forma pronunciada entre 415 y 455 nm, la lente bloquea efectivamente la luz azul de alta energía. Si el gráfico no existe, el filtro probablemente sea cosmético.

Cómo saber si unas gafas están homologadas

Para distinguir una herramienta de bienestar real de un simple accesorio estético, pide siempre estos datos o marcados:

  1. Curva de transmitancia espectral: documento que muestre la absorción por longitudes de onda.
  2. % de bloqueo en 415–455 nm y VLT (Visible Light Transmission): para uso diurno, VLT >70%; para uso nocturno, bloqueo total por debajo de 600 nm.
  3. Marcado de norma: en Europa, busca EN ISO 16321 o EN 166; en EE. UU., ANSI Z80.3 (gafas de sol) o Z87.1 (protección ocular).
  4. Certificación Eyesafe® o RPF (Radiance Protection Factor): estándares sectoriales que definen qué nivel de filtrado azul ofrece el producto.
  5. Protección UV400 y ensayos de resistencia (impacto, arañazos, estabilidad del tinte).

Sin estos datos, estás ante un accesorio decorativo, no ante un filtro óptico homologado.

La luz roja y amarilla como terapia: el auge de la fotobiomodulación

No hay que confundir las gafas tintadas con los dispositivos que emiten luz roja o amarilla. Estos últimos pertenecen al campo de la fotobiomodulación (PBM), una técnica que utiliza longitudes de onda entre 600 y 900 nm para estimular procesos celulares.

En estudios clínicos recientes se ha observado que la exposición controlada a luz roja puede mejorar temporalmente la función visual en casos de degeneración macular, favorecer la recuperación mitocondrial y reducir marcadores de estrés oxidativo. Algunos sistemas, como el dispositivo Valeda, han recibido autorización de la FDA para uso médico específico en oftalmología.

Sin embargo, el éxito de esta terapia depende de parámetros precisos (longitud de onda, potencia, tiempo, distancia, frecuencia) y de un entorno controlado. Una lámpara doméstica con LED rojos no garantiza esos resultados, ni debe sustituir tratamientos médicos.

La luz amarilla, por su parte (≈580–600 nm), se investiga por su capacidad de reducir la inflamación cutánea y favorecer la producción de colágeno, pero sus beneficios oculares son mucho menos concluyentes.

Qué luces y pantallas son realmente peligrosas

  • Riesgo circadiano y de sueño: la luz rica en azul (pantallas, LED fríos, tubos fluorescentes) durante la noche es la principal disruptora del sueño. No causa daño retiniano, pero sí altera el reloj biológico.
  • Riesgo de daño ocular directo: sólo la luz solar intensa, láseres o fuentes industriales de alta energía pueden causar daño físico en la retina. Las pantallas y bombillas domésticas no alcanzan niveles dañinos.
  • Riesgo de fatiga visual: deriva más del tiempo de exposición, la sequedad ocular o la mala ergonomía que del tipo de luz.

El negocio detrás del color

El mercado global de gafas “anti blue light” y dispositivos de luz terapéutica crece a doble dígito anual. Las previsiones más recientes sitúan su valor conjunto en más de mil millones de dólares para 2030. La moda wellness y el trabajo híbrido han creado consumidores que buscan soluciones “biohacking” sin fármacos. Pero entre las innovaciones reales se cuelan muchos productos que no cumplen ni una norma básica de filtrado.

Algunas marcas han empezado a publicar sus curvas de transmitancia y certificaciones, lo cual es buena señal. Otras, en cambio, se limitan a añadir un tinte o un recubrimiento azul sin control espectral y venderlo como “protección ocular avanzada”. La diferencia no se ve a simple vista, pero se mide en laboratorio.

Qué dice la ciencia (y qué no)

Las revisiones sistemáticas más recientes coinciden:

  • Las gafas filtrantes de luz azul ofrecen poco o ningún beneficio clínico medible sobre la fatiga ocular o la calidad del sueño en la población general.
  • Los beneficios que reportan los usuarios son subjetivos o se deben a cambios de conducta (reducir brillo, hacer pausas, evitar pantallas antes de dormir).
  • La fotobiomodulación, en cambio, sí muestra efectos medibles en patologías específicas (como la degeneración macular), aunque requiere protocolos clínicos validados.
  • En la vida cotidiana, la mejor estrategia sigue siendo la higiene visual: pausas regulares, buena iluminación ambiental, uso moderado de pantallas y descanso ocular.

Guía práctica

  1. De día, en interiores con luz LED fría: gafas amarillas o ámbar con alta transmisión (VLT >70%) y filtrado certificado en 415–455 nm.
  2. De noche: gafas rojas que bloqueen por debajo de 600 nm, o simplemente reducir exposición a pantallas y optar por bombillas cálidas o luz tenue.
  3. Para sueño: evita luz blanca fría 1–2 horas antes de dormir; usa iluminación ámbar o roja tenue.
  4. Para salud ocular o estética: si usas dispositivos de luz roja o fotobiomodulación, consulta fuentes médicas y evita imitaciones sin parámetros validados.
  5. Al comprar: exige siempre curva de transmitancia, marcado CE o ANSI y certificado de protección UV.

Las lentes amarillas y rojas no son un simple accesorio de moda, pero tampoco una solución milagrosa. Bien utilizadas, pueden mejorar el confort visual y apoyar la higiene circadiana; mal elegidas, son solo plástico coloreado.
Y mientras la ciencia continúa afinando los parámetros de la fotobiomodulación, la verdadera revolución del bienestar visual pasa menos por el color del cristal y más por algo básico: regular la luz que nos rodea y respetar los ritmos de nuestro cuerpo.

COMPARTIR