Contra gripe y resfriados ¿mejor tomar medicamentos, suplementos o remedios naturales?

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Congestión nasal, garganta en carne viva, dolor muscular y esa sensación inconfundible de haber sido atropellados por un camión invisible. Cada invierno, el mismo ritual: virus respiratorios circulando a pleno rendimiento y botiquines que se llenan de pastillas, sobres efervescentes y jarabes milagro.

La pregunta se repite año tras año: para combatir gripes y resfriados, ¿son más eficaces los medicamentos o los suplementos y remedios naturales? La respuesta corta es incómoda, pero honesta: no cumplen la misma función, ni actúan en el mismo momento del proceso. Y, sobre todo, no tienen el mismo impacto sobre el organismo a medio y largo plazo.

Prevención: donde los naturales juegan en primera división

Ni los antibióticos (inútiles frente a virus) ni los antigripales evitan que enfermemos. La prevención depende casi por completo de la fortaleza de nuestro sistema inmunitario y del estado de nuestras mucosas respiratorias. Aquí, los suplementos y remedios naturales tienen una ventaja clara: actúan antes de que el virus se instale.

Entre los más respaldados destacan:

  • Vitamina D. Clave en la modulación de la respuesta inmunitaria. En invierno, sus niveles caen en picado por la falta de sol. Mantener valores adecuados se asocia con menor incidencia de infecciones respiratorias y cuadros más leves.
  • Zinc. Participa en la activación de linfocitos y en la integridad de las mucosas. Su déficit se asocia con mayor susceptibilidad a infecciones.
  • Vitamina C. No evita el resfriado por sí sola, pero contribuye a reducir su duración y severidad, especialmente en personas sometidas a estrés físico o mental.
  • Probióticos. Más del 70% del sistema inmune se coordina desde el intestino. Una microbiota equilibrada es una línea de defensa silenciosa, pero decisiva.
  • Hongos medicinales (Reishi, Shiitake, Maitake). Sus beta-glucanos modulan la inmunidad innata y adaptativa, ayudando al organismo a responder de forma más eficaz sin sobreestimularlo.
  • Plantas adaptógenas y extractos naturales como el saúco, la equinácea o el astrágalo, especialmente útiles en pautas preventivas estacionales.

La gran ventaja de esta estrategia es que no fuerza al cuerpo, lo acompaña. Utilizados correctamente, estos suplementos presentan un perfil de seguridad alto y no generan efectos secundarios relevantes en personas sanas.

Cuando el virus ya está dentro: aliviar no es curar

Una vez instaurado el resfriado o la gripe, el objetivo cambia. Ya no se trata de prevenir, sino de aliviar síntomas y favorecer una recuperación rápida.

Aquí entran en juego los medicamentos convencionales:

  • Paracetamol para el dolor y la fiebre.
  • Antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno) para malestar general.
  • Antihistamínicos y descongestionantes para la congestión nasal.
  • Antitusivos o mucolíticos, según el tipo de tos.

Estos fármacos no acortan de forma significativa la duración de la infección, pero sí pueden hacerla más llevadera. El problema es que no son inocuos, especialmente cuando se usan sin criterio o de forma repetida cada invierno.

Entre sus efectos secundarios más frecuentes encontramos:

  • Irritación gástrica y riesgo de úlceras (AINEs).
  • Sobrecarga hepática (paracetamol, especialmente a dosis altas).
  • Aumento de la tensión arterial y taquicardia (descongestionantes).
  • Somnolencia, sequedad de mucosas y alteraciones cognitivas leves (antihistamínicos).
  • Interacciones medicamentosas, especialmente en personas polimedicadas.

Además, su uso indiscriminado puede enmascarar síntomas y favorecer que volvamos a la actividad antes de tiempo, prolongando la recuperación real del organismo.

Remedios naturales para salir antes del cuadro

Cuando el resfriado ya está presente, algunos recursos naturales pueden ayudar sin añadir carga tóxica:

  • Zinc en las primeras 24–48 horas, que puede reducir la duración del resfriado.
  • Vitamina C en dosis fraccionadas, como apoyo antioxidante.
  • Extracto de saúco, con evidencia en la reducción de síntomas gripales.
  • Infusiones calientes (jengibre, tomillo, salvia), que alivian garganta y congestión.
  • Miel (en adultos), eficaz para la tos nocturna.
  • Descanso real, el gran olvidado y el más determinante.

Entonces, ¿con qué nos quedamos?

La evidencia y la experiencia clínica coinciden en algo esencial:
los medicamentos alivian síntomas; los suplementos bien utilizados fortalecen el terreno.

Usar fármacos de forma puntual puede ser razonable. Convertirlos en la estrategia principal cada invierno no lo es. Los remedios naturales y la suplementación no prometen milagros, pero trabajan a favor del cuerpo, no contra él, y lo hacen sin factura posterior.

En un contexto donde enfermamos no por falta de pastillas, sino por exceso de estrés, sedentarismo, déficit de sueño y carencias nutricionales, quizá la verdadera pregunta no sea qué tomar cuando enfermamos, sino por qué llegamos tan débiles al invierno.

Y ahí, la naturaleza —bien entendida y bien usada— sigue llevando ventaja.

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