Deberíamos sentirnos felices, pero no es así. Regresar de las vacaciones y pasar de la playa al escritorio —ya sea en la oficina, en la sala de estar o en el salón de clases—, nunca es fácil. Es todo lo contrario. Solo el pensar en volver a la rutina se siente una especie de malestar, de desconcierto, de melancolía. Es un sentimiento que incluso podría frustrar los efectos beneficiosos de esos días disfrutados en total libertad, y puede tener graves repercusiones tanto en la vida laboral como social. Según las últimas encuestas realizadas por ISTAT, una persona de cada dos sufre esta afección, conocida como depresión postvacacional. El término abarca la sensación de tristeza o depresión.
El estrés postvacacional es un síndrome cada vez más extendido que se manifiesta en una sensación de mareo, disminución de la atención, dolores de cabeza, apatía y cambios de humor. También suele causar dificultades digestivas y falta de sueño. Algunos de estos síntomas están relacionados entre sí: si no duermes lo suficiente durante la noche, es fácil sentir que la cabeza te da vueltas al día siguiente. En pocas palabras, es una especie de efecto dominó que causa una pesada carga en la vida cotidiana, explica la Dra. Elvira Simona Solimando, psicoterapeuta del Centro Médico Santagostino de Milán.
¿Por qué sucede todo esto? La transición de las vacaciones a la vida cotidiana puede sentirse como si hicieras un cambio demasiado rápido de la hora analógica a la digital. Se pasa de un momento fluido, que no incluye horarios ni plazos y consiste en relajación pura, a un tiempo digital donde se exige puntualidad, precisión y cumplimiento con los plazos. La mente humana, por su naturaleza, prefiere los momentos fluidos y relajados. Esta transición de lo analógico a lo digital se convierte en una fuente de estrés para el organismo, que se encuentra viviendo una situación anómala, explica la doctora. Pero eso no es todo. Cuando volvemos a casa, con frecuencia debemos lidiar con el trabajo que se ha acumulado: temas burocráticos, tareas domésticas o incluso aquello que trivialmente —a la mejor versión latina— dejamos pendiente porque «pensaré en ello en septiembre, con la mente despejada…». A la diferencia en la calidad del tiempo (vacaciones vs. ciudad) le sumamos la cantidad de trabajo. Y el estrés aumenta.
Esta incapacidad para manejar la rutina tras las vacaciones afecta democráticamente a hombres y mujeres, sin distinción de género. «No es una cuestión de sexo, sino de personalidad. Las personas que son más ansiosas por naturaleza, las que tienden a planificar y tener todo bajo control, están más directamente expuestas. Para estas personas, cualquier cambio es desestabilizador porque son incapaces de afrontar lo inesperado», explica la psicoterapeuta.
¿Qué podemos hacer para frenar la depresión postvacacional o, si es posible, para prevenirla?
Si es posible, sería buena idea volver a casa unos días antes para que el cuerpo y la mente puedan volver a adaptarse. Llegar directo al trabajo o al estudio después de un largo receso nunca es una buena idea. Es esencial abordar la rutina gradualmente. Debes evitar «todo e inmediatamente», y abordar las tareas con calma y progresivamente, tal vez tomándote un tiempo para recargar energías, concluye la Dra. Solimando. Si pudieras dividir las vacaciones a lo largo del año, como ocurre en otros países, en lugar de concentrarlas todas en agosto, podrías descansar sin perder el ritmo del trabajo.
¿Los mejores aliados? Nutrición correcta y actividad física
Cabe señalar que el deporte es una buena forma de habituarse al ritmo del trabajo. La actividad física, si se practica constantemente, permite desconectar la mente. Por eso, una vez en que regreses a casa, sería útil retomar (o para los primerizos, empezar finalmente) la actividad física. Ya sea correr al aire libre (siempre que el clima lo permita), un partido de fútbol con amigos, una caminata a ritmo rápido o una sesión de entrenamiento en el gimnasio, no importa: solo mantente activo.
Fuente: Technogym