En el mundo del fitness, la longevidad y el bienestar, pocos indicadores han ganado tanto protagonismo en los últimos años como el VO2 máx (volumen máximo de oxígeno). Medido en mililitros de oxígeno por kilogramo de peso corporal por minuto (ml/kg/min), este valor refleja la capacidad del cuerpo para absorber, transportar y utilizar oxígeno durante un ejercicio intenso. En teoría, cuanto más alto sea, mejor es la condición física, el rendimiento y la salud cardiorrespiratoria.
Hoy, gracias a los wearables y apps de entrenamiento, millones de personas pueden consultar su VO2 máx desde su reloj inteligente. Y no es para menos: estudios recientes lo vinculan directamente con la longevidad, superando incluso a factores como el tabaquismo o la hipertensión. También es un excelente marcador de progreso, ya que mejora con el entrenamiento aeróbico y se relaciona con la eficiencia mitocondrial, clave en el envejecimiento saludable.
Pero, ¿es un dato tan objetivo y fiable como creemos?

La trampa fisiológica del VO2 Max: lo que no te cuentan
Aunque el VO2 máx mide en principio la capacidad cardiovascular y metabólica, lo cierto es que puede ser profundamente alterado por estados de ansiedad, estrés crónico, disautonomía o incluso una mala noche de sueño. Cuando el sistema nervioso está en alerta constante, el cuerpo vive en modo «lucha o huida», y eso afecta directamente la respiración, la frecuencia cardíaca, la oxigenación celular y la percepción del esfuerzo.
En esos casos, el VO2 máx puede aparecer artificialmente bajo, no por una mala condición física real, sino porque el cuerpo no está dispuesto a entregar su verdadero rendimiento en un estado de amenaza. El dato se convierte entonces en un marcador de disfunción neurofisiológica, y no solo de capacidad cardiorrespiratoria.
Tecnologías regenerativas: ¿cura o estímulo excesivo?
Ante la promesa de mejorar la oxigenación y la función mitocondrial, muchas personas con fatiga crónica, estrés o disautonomía se someten a tratamientos como la cámara hiperbárica o la ozonoterapia. Ambos pueden, en teoría, elevar el VO2 máx al mejorar la utilización celular del oxígeno y reducir la inflamación. Sin embargo, en cuerpos ya hipersensibles y saturados por el estrés, estos tratamientos pueden generar el efecto contrario si no se aplican con mesura.

Durante una sesión en cámara hiperbárica, el cuerpo es expuesto a una alta presión de oxígeno, lo que en una persona con equilibrio autonómico puede estimular la reparación celular, pero en otra con el sistema nervioso simpático dominando, puede generar ansiedad, cefaleas, reacciones vasculares o incluso crisis de pánico. Lo mismo ocurre con la ozonoterapia mal dosificada, que podría provocar una sobrecarga oxidativa en vez de una adaptación saludable.
Además, se ha observado que personas con defensas inmunitarias bajas y una carga inflamatoria crónica pueden experimentar una mejoría aparente y transitoria tras una sesión en cámara hiperbárica, seguida de un retorno a su estado previo. Este alivio inmediato no necesariamente refleja una mejora sostenida ni una reversión del trastorno subyacente. En algunos casos, el estrés oxidativo inducido o la sobreestimulación fisiológica pueden incluso agravar el cuadro general, debilitando más el sistema inmunológico y perpetuando el ciclo inflamatorio.
¿Compensa o no realizar sesiones en cámara hiperbárica?
CRITERIO | CUERPO SANO / RESILIENTE | CUERPO EN ESTRÉS CRÓNICO |
---|---|---|
Respuesta oxidativa | Eustress útil → mejora adaptación | Riesgo de disbalance → más oxidación |
Estado del SNA | Buena tolerancia | Puede provocar hiperactivación simpática |
Plasticidad celular | Activación de regeneración | Posible bloqueo si hay disautonomía |
Resultado neto | Altamente positivo | Dependiente del protocolo y preparación |
La clave está en la personalización y la progresividad. Antes de aplicar terapias regenerativas potentes, debe evaluarse el estado del sistema nervioso, la capacidad antioxidante del organismo y el nivel de tolerancia al estrés fisiológico. En muchos casos, es más sensato comenzar con protocolos de regulación vagal (como respiración diafragmática, neurofeedback, terapia somática) o con neuromodulación (REAC), para luego introducir tratamientos más intensivos.
Prudencia y contexto ante todo
El VO2 máx es, sin duda, una herramienta poderosa para medir salud y progreso, pero no debe convertirse en una obsesión ni leerse de forma aislada. Un valor bajo puede ser una alerta de disfunción autonómica o de agotamiento más que de falta de entrenamiento. Y los tratamientos para mejorarlo deben entenderse como intervenciones adaptativas, no como soluciones milagrosas.
En un mundo donde el rendimiento se mide al segundo, vale la pena recordar que el verdadero fitness también se construye con descanso, escucha corporal y respeto por los ritmos internos. Porque no todo lo que acelera, cura.