En los recientes Juegos Olímpicos de París, una intensa polémica se desató tras la derrota de la boxeadora italiana Angela Carini frente a su oponente argelina. La controversia radica en que la boxeadora argelina Imane Khelif ha sido acusada de no cumplir con los requisitos de género, según la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) debido a niveles de testosterona que resultan inamisibles por la IBA y regulares por el Comité Olímpico Internacional (COI), ya que es una atleta transexual y por lo tanto cumple las normas del COI para las mujeres competidoras.
La argelina Imane Khelif avanzó a la siguiente ronda de boxeo en los Juegos Olímpicos de París 2024 y, a raíz de esta controversia, comenzó a circular en redes sociales que la atleta africana había sacado ventaja deportiva durante la pelea porque se trata de una “mujer trans” que posee “hormonas masculinas”.
La situación ha generado una fuerte división política. Por un lado, algunos políticos y defensores de los derechos LGBTQ+ argumentan que la inclusión de atletas transexuales es un paso necesario hacia la igualdad y la aceptación. Creen que el deporte debe ser un espacio inclusivo donde todos, independientemente de su identidad de género, puedan competir en igualdad de condiciones.
Por otro lado, políticos conservadores entre ellos, la presidenta del gobierno italiano Giorgia Meloni y figuras del deporte han manifestado su preocupación y rechazo, destacando que permitir la participación de atletas transexuales, especialmente en deportes que dependen en gran medida de la fuerza física, puede ser injusto para las mujeres cisgénero. Argumentan que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no pueden ser ignoradas y que los intentos de igualar estas diferencias a través de tratamientos hormonales y químicos no eliminan las ventajas inherentes derivadas del sexo biológico.
Esta denuncia se suma a otro caso, el de la boxeadora taiwanesa Lin Yu-Ting que competirá por primera vez en boxeo el viernes 2 de agosto y quien también había sido señalada como “mujer trans” en la previa de los Juegos Olímpicos.
Sin embargo, esto es falso. No hay evidencia de que Khelif sea transexual. La desinformación surge después que la Asociación Internacional de Boxeo (IBA) descalificara a Khelif de un torneo en 2023 por supuestamente tener “altos niveles de testosterona en su organismo”.
Sin embargo, según especialistas, una mujer cisgénero (es decir, una persona cuya identidad de género y sexo asignado al nacer son coincidentes) puede presentar niveles altos de esta hormona -que no exclusiva de los hombres- debido a diferentes problemas de salud.
El Comité Olímpico Internacional publicó un comunicado tras conocerse la desinformación y aclaró que “Khelif cumplen con las normas de elegibilidad” y que “toda persona tiene derecho a practicar el deporte sin discriminación”.
Además, Argelia criminaliza a la comunidad LGBT+. Esta población no tiene reconocimiento legal, y las personas trans tienen prohibido participar en peleas de box a nivel profesional y mucho menos en los Juegos Olímpicos.
Este caso pone en evidencia un debate más amplio sobre la igualdad y la naturaleza humana. A pesar de los esfuerzos por imponer una igualdad completa en todos los ámbitos, es crucial reconocer que hombres y mujeres son biológicamente diferentes. Estos intentos de modificar nuestra naturaleza y alterar nuestros genes con tratamientos químicos y hormonales a menudo resultan ser problemáticos y controvertidos.
El deporte, como reflejo de la sociedad, enfrenta un dilema complejo. La inclusión y la igualdad son objetivos loables, pero deben ser equilibrados con la necesidad de mantener la equidad y la competencia justa. En este sentido, es vital encontrar un enfoque que respete y reconozca las diferencias biológicas sin sacrificar la integridad del deporte.
La polémica sobre la boxeadora italiana y su oponente argelina es solo un ejemplo de los desafíos que enfrentamos al intentar armonizar la igualdad con la realidad biológica. Es un recordatorio de que, aunque la búsqueda de inclusión es importante, debe realizarse con cuidado y consideración, respetando tanto los derechos individuales como las diferencias inherentes entre los géneros.