Estás dando un paseo: el sol brilla, los pájaros cantan y el horizonte se ve borroso y agradable. Hasta que, espera… ¿qué es eso? ¿Un resto de basura? Es solo una nota insignificante, pero por motivos biológicos llamados «sesgo de negatividad», casi imposible dejar de fijarse en ella. Este mecanismo también explica por qué recordamos una discusión menor en el trabajo como si fuera el evento del día, o por qué un post agresivo en redes encierra más nuestra atención que cien mensajes amables.
¿Qué es el sesgo de negatividad?
El sesgo de negatividad es un atajo o predisposición mental que nos hace reaccionar más intensamente hacia estímulos negativos que positivos, incluso si ambos son igual de relevantes.
¿Por qué lo tenemos?
Este sesgo tiene raíces evolutivas: nuestros antepasados que detectaban rápidamente un peligro (un depredador o una planta venenosa) tenían más posibilidades de sobrevivir. Hoy, aunque rara vez enfrentemos amenazas letales, seguimos reaccionando de forma exagerada ante pequeños «peligros» cotidianos.
¿Cómo nos perjudica?
- Daña la autoestima: nos cuesta más llevarnos las críticas que los elogios.
- Frena el aprendizaje y la toma de riesgos.
- Nos hace más pesimistas y desconfiados.
- Lleva a conductas poco saludables para mitigar la ansiedad, como consumo excesivo de pantallas, alcohol o comida.

¿Qué dicen los expertos españoles?
Según el psicólogo Nicolás Salcedo (La Vanguardia), el sesgo de negatividad proviene de la “aversión a la pérdida”, una forma de priorizar perder algo sobre ganar algo equivalente: “Sentimos el doble de dolor al perder 1.000 € que la alegría de ganarlos”, explica.
Por su parte, Helena Matute, catedrática en Psicología Experimental, estudia cómo los sesgos cognitivos, incluido el de negatividad, influyen en nuestra atención y memoria, generando un peso significativo en nuestra interpretación del entorno.
¿Cómo combatirlo? 7 estrategias prácticas
- Identifica tus miedos: decir en voz alta “me siento inseguro” rompe el ciclo de rumiación .
- Haz una limpieza en redes: reduce cuentas que promueven noticias negativas y sigue otras que te inspiren.
- Enfócate en lo positivo: con preguntas como “¿qué va bien ahora?”, activa la estrategia de “savoring”.
- Lleva un diario de gratitud: anotar 3 cosas diarias por las que estés agradecido fomenta el sesgo positivo.
- Contradice el auto‐habla negativo: responde a pensamientos críticos con afirmaciones positivas.
- Cambia de entorno: salir a caminar o rodearte de naturaleza puede reactivar estados más equilibrados.
- Actúa como “ayudante”: contribuir a pequeños actos solidarios fortalece nuestra visión de que lo bueno supera lo malo .
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Si tus pensamientos negativos son persistentes, te aíslan o te llevan a actuar en contra de tu salud, puede ser momento de acudir a un psicólogo. Responde sinceramente a estas preguntas: ¿Tienes esperanza en el futuro? ¿Confías en los demás? ¿Disfrutas de pequeñas alegrías cotidianas? Si contestas negativamente, es posible que el sesgo esté oscureciendo tu percepción.
El sesgo de negatividad es una herencia evolutiva útil en peligros, pero poco adaptativo hoy. Lo importante no es eliminarlo, sino equilibrarlo con prácticas que nos enseñen a valorar el lado positivo de la vida. Si lo hacemos, no solo sentiremos menos ansiedad, sino que veremos la realidad de forma más justa y enriquecedora.